La historia de Vilma y Samuel

Samuel y Vilma tienen 33 años de edad y tres hijos. La familia pidió un préstamo a los amigos y compró un lote en un cerro del distrito de San Juan de Lurigancho en el 2006. La primera vez que Samuel conoció la zona, le pareció un lugar en el que nadie podría vivir, lleno de rocas, piedras, tierra y desperdicios.

Convencido de la necesidad de tener un hogar, Samuel dedicó todos los domingos por tres años a limpieza y liberación del terreno para construir su primera vivienda de 6×3 con madera y triplay.

Las viviendas tipo C se ubican usualmente en las zonas con pendiente del distrito de San Juan de Lurigancho, en Lima, Perú. Tienen un solo piso y tres habitaciones en promedio, de las cuales solo una se destina para dormir. En una vivienda de este tipo viven cuatro personas en promedio. Todos estos hogares están compuestos por una sola familia.

El servicio de agua, luz y desagüe era abastecido con conexiones clandestinas, jalaban el agua con mangueras y la luz con extensiones de vecinos de la parte baja. Más tarde la dirigencia de la comunidad solicitó agua provisional y les instalaron pilones públicos, con lo cual pagaban menos por el servicio. Obtuvieron la instalación permanente de agua a través de un convenio con Sedapal, por el que cada familia aportó cerca de S/. 4 000 soles financiado en cuotas mensuales por diez años.

En el 2013, Samuel, que ya llevaba años como empleado en un taller textil, compró máquinas de costura para tener su propio taller en casa e independizarse. Cuatro años más tarde, pensó que era momento de ampliar su vivienda y solicitó un préstamo bancario con el que terminó de nivelar el terreno, puso piso de cemento, adquirió una vivienda prefabricada y construyó un baño de material noble. Solo el traslado de materiales les llevó cuatro horas, debido a la pendiente sobre la que debían caminar con la carga.

Un problema común para los asentamientos que ocupan las laderas de los cerros es la falta de calles o trochas para transitar. Al principio los vecinos trabajaban en las vías de acceso del barrio, sin embargo, con la llegada de los servicios básicos, el trabajo comunal se ha ido perdiendo. En el 2009, debido a la falta de espacios para transitar en la comunidad, tuvieron que comprar parte del área de una casa y convertirla en un pasaje de tránsito.

La vivienda de Samuel y Vilma es actualmente de 72 m2 y se divide en dos ambientes grandes y bien diferenciados, por un lado la cocina-comedor y el dormitorio de la familia donde se ubican dos camas: la cama de la hija mayor y la que comparten Vilma, Samuel y sus pequeños hijos.

El otro ambiente está ocupado por el taller de confección en el que dos empleados trabajan junto a Samuel y Vilma. No cuentan con título de propiedad y el único documento que tienen es la constancia de posesión del terreno.

Vilma lleva a sus hijos pequeños al colegio todos los días, el camino hacia abajo le demora quince minutos y el regreso de subida el doble de tiempo. Tarda lo mismo en ir al mercado y hacer las compras del día para preparar los alimentos. Cuando regresa a casa ayuda en la costura y acabado de las prendas por unas horas, luego cocina y se abastece de agua con un balde con dispensador, pues no tienen instalación de agua en esa parte de la casa.

La familia junta la basura en bolsas y sale temprano a depositarla en un contenedor de cemento de la zona baja. El camión de basura pasa diario y se lleva los desechos dejados ahí. Tampoco pasan por el barrio vehículos de la policía o serenazgo que resguarden la seguridad de la zona. Ante algún malestar de salud acuden a una posta a quince minutos de distancia hacia abajo, pero si es más grave van al hospital de Canto Grande, esperando que no esté saturado de pacientes.

Samuel tiene muchos planes a futuro, desearía ahorrar dinero y construir una vivienda de ladrillos de tres pisos, con cuartos para sus hijos, un puesto de venta de comida para su esposa y un taller textil para él en el tercer piso.

Sus hijos necesitan más espacio, ellos quieren jugar y salir con patinetas o pelota, pero es peligroso. Los niños de las casas construidas no salen mucho porque juegan más dentro.

Samuel se ha desempeñado en varios trabajos y ha aprendido también sobre construcción, por eso, cree que podría ser él mismo quien construya la casa. Empezaría a construir poco a poco, luego volvería a ahorrar y otra vez pondría más ladrillos, de esa manera avanzaría hasta juntar lo suficiente para hacer el techo, después de eso, piensa que las cosas serían más fáciles.

Lo que más preocupa a la familia son las tres rocas grandes que están a unos metros sobre la casa. Son un riesgo constante y Samuel y Vilma temen que ante un sismo puedan deslizarse y caer sobre su vivienda. También se sienten vulnerables ante las pircas que algunos vecinos hacen en las zonas más altas, las cuales son elevadas y no tienen cemento. Todo podría desmoronarse en cualquier momento.

Samuel piensa en su vivienda y reflexiona, podría empezar a construir con material noble para hacer más resistente su casa; sin embargo, el riesgo de vivir sobre una pendiente seguiría exponiendo a los pequeños a sufrir accidentes. Otra idea que tiene es la de vender su casa y comprar un terreno en una zona plana, aunque fuera más alejada del centro de la ciudad. Sería por el bienestar de la familia.

 

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